lunes, 15 de noviembre de 2010

Entendedle, estaba solo

Los días grises a veces se le juntaban con los rojos. Esos en los que se levantaba con el pie incorrecto y en los que el agua caliente tardaba en llegar a la ducha. Pero antes o después aparecían los amarillos. Llenos de miradas cómplices en el metro y besos imaginados en las escaleras mecánicas. Y tras los amarillos, los azules que siempre desembocaban en los verdes, en los que no está para nadie. Por aquello de tener muy presentes los azules. En los verdes se tenía prohibido pensar en los azules. Lo dejaba para los grises. Eran días necesarios, pero, cuidado con que aparecieran junto a los rojos y sus zapatillas que no entran sin desamarrar cordones. Cuidado con las sopas que nos dicen que están calientes y aún así nos queman la lengua. El gris debe matar el rojo para que cuanto antes lleguen los amarillos y sus andares sin darse cuenta. Sus ascensores en el piso adecuado. Su gustoso encender y apagar el extractor de humo. Sus siestas sin despertador y con chocolate en la mesita de noche. Esos amarillos que, antes o después, morían con sólo pensar en los azules. Como cuando el insecto ve la llama de un mechero a lo lejos.

2 comentarios:

  1. Se nota que es "El" y no "Ella" si no, habría tambien dias magenta, beige, turquesa, indigo, fucksia, tonalidades pastel y un sin fin de dias... Más suerte para ellas que tienen más opciones, menos para nosotros que tenemos que comprenderlo.
    Me ha gustado mucho.

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  2. Pues sí, aceptando nuestra simplicidad como generalidad masculina, bendito/a quién sepa diferenciar entre una amplia gama de azules o amarillos. Yo con distinguirlos del verde ya me dió con un canto en los dientes. Y no hablo de mi daltonismo.
    Gracias.

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