domingo, 25 de marzo de 2012

ay madre, ¡qué susto!


A mi me ha inquietado siempre la "sala de estar", me apabulla el "salón de estar", y me asusta la "salita de estar". Todos sinónimos de la misma estancia, sí, pero qué diferentes connotaciones.

Si alguien me invita a pasar a la sala de estar, inmediatamente ya no sé cómo tengo que estar, pierdo la naturalidad y espero que en cualquier momento aparezca una bandeja de te con pastas diciendo "¡buh!".
El salón de estar me hace pensar en elevadas conversaciones, momento en el que ya solo me vienen a la cabeza chistes de pedos y opto por no decir palabra mientras espero que aparezca Kant fumando un puro y diciendo "¡buh!".
Antes de pasar a la salita de estar, ya me estoy imaginando a una adorable abuelita y su mesita camilla con infiernillo, imagen que de por si ya da un poco de canguelo.

Si la abuela te mira y dice ¡buh!, sabes que vas a morir.

5 comentarios:

  1. Lo de salón de estar, simplemente no lo había oído. Sí que unos tíos míos tenían el típico salón de NO estar. Esos salones-museos que ocupan la estancia más grande de la casa y que se usan en Nochevieja, y si eso. Los sobrinos lo llamábamos "El salón prohibido". Uno de ellos durmió con una chica en el sofá prohibido del salón prohibido en una fiesta prohibida en la que se presentó mi tía sin avisar. Tan prohibido era el salón, que no entró en él y como un héroe quedó mi primo. Se ahorró la triple bronca porque simplemente no le vieron.

    ResponderEliminar
  2. Pensaba que el síndrome "Salón-Museo" no estaba tan extendido. Yo he vivido ese síndrome en mi casa toda la vida con la excepción de que, llegado a un punto, nos era imposible hasta cenar en nochevieja en el. Estaba tan cargado de muebles, adornos y demás parafernalia que no cabíamos. De algún modo he empezado a entender por qué es así. Al igual que a Felipe Gonzalez le gustan los bonsais, algunas madres convierten el salón de su casa en la portada de IKEA como si de su bonsai se tratara. La diferencia es el espacio que ocupa, que en el caso de estas madres es una estancia entera.

    Este fenómeno conlleva, por lo menos en mi caso, a otro tipo de síndrome que he decidido llamar "queestaráhaciendoyporquélotienequehacerallí" que es cuando decides ya sin ser niño usar esa "sala de estar" o salón a secas, tu madre sigue sin fiarse del todo de lo que hagas allí, así que suele pasar cerca de la puerta en intervalos regulares para estar tranquila. Cosa que nunca hace si no hay nadie ahí.

    Mudo: Tres hurras por tu primo.

    ResponderEliminar
  3. Los padres de una chica que conozco bien tienen un salón de NO estar.

    Nunca me había planteado lo de cómo estar en el salón de estar. En algún sitio, supongo, que se hablará de la etiqueta de los salones de estar, en el que explique con detalle cómo hay que estar, porque en un sitio cuya única utilidad es estar, digo yo, que no se podrá estar de cualquier forma.

    ResponderEliminar
  4. Mis abuelos tenían un salón de no estar, con una mesa central estrechísima que sólo servía para poner centros de mesa sobre tapetes de encaje. Se convirtió en lugar de juegos de los nietos (éramos siete nietos, a veces más, contra dos abuelos). Nuestra superioridad numérica levantó la prohibición.

    Lo de pensar en chistes de pedos en mitad de conversaciones elevadas está más extendido de lo que creía.

    ResponderEliminar
  5. este concepto de "salón de no estar" me da una rabia horrorosa, me muero de envida de la mala porque no se me ocurrión a mi.

    oreja y ovación para el primo de Mudo

    ResponderEliminar