miércoles, 26 de noviembre de 2008

Metapreferencia


Junto a procastinación, esta es otra palabra necesaria en el vocabulario de quién quiere dejar de mentirse a sí mismo. Tampoco está en la RAE. Tampoco importa demasiado. Metapreferencia no es aquello que nos gusta, sino lo que nos gustaría que nos gustase, pero con un importante matiz: es aquello que nos agrada creer que nos gusta cuando en realidad no nos gusta. O no nos gusta tanto como nos engañamos creyéndolo. Y, fundamentalmente, es lo que no nos gusta tanto como hacemos creer a los demás. En esta categoría entra todo aquello para lo que jamás encontramos tiempo. La gente no tiene tiempo para leer, pero ingentes cantidades para irse de cañas o ver la televisión. Entonces, ¿Por qué no decimos que lo que nos gusta es irnos de bares o inflarnos a ver Gran Hermano? Toda España decía (cuando los había) que veía los documentales de después de comer.
Y nos encanta creer (y lo decimos) que practicamos deporte regularmente (correr es un coñazo), que vamos a museos (visto uno vistos todos), que las que de verdad nos gustan son las películas de Ingmar Bergman (mayormente aburridas) cuando pagaríamos una cuota anual a Bruce Willis porque hiciera una (buena) de la Jungla de Cristal al año.

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