2013

Agobiados por la necesidad de rellenar dos nuevos canales, la televisión pública, escasa de fondos, se decantó por repetir su programación. Repetirla con 10 (canal hace 10) y 20 años (canal hace 20) de retraso. Tal cual había sido emitida, sin modificación alguna; con sus cartas de ajustes y sus colores adaptados a los televisores del momento.

Las primeras semanas, nadie se fijó demasiado en la audiencia, pero al cabo de un mes se hizo evidente que ambas cadenas eran un éxito. En especial sus emisiones deportivas y los telediarios. El espectador encontraba cobijo bajo partidos de fútbol cuyo resultado ya conocía. Disfrutaba la preocupación de presentadores de noticiarios por la capa de ozono o la crisis del momento.

Pasaron los meses y casi toda la población se nutría únicamente de estos canales. Los publicistas de marcas modernas tuvieron que inventar anuncios acordes con los programas que interrumpían, mientras empresas de largo recorrido volvían a emitir los anuncios que hicieran en su momento. Coca-Cola redujo enormemente sus gastos.
Al cabo de un año, llegaron los despidos en la cadena pública. Solo Jordi Hurtado mantenía audiencias que hacían rentable la emisión de sus programas. A nadie le interesaba lo demás, lo moderno. Desesperados en la cadena del presente, ofrecieron a Jordi hacer nuevos capítulos de “Si lo sé no vengo” o “El tiempo es oro” pero se negó para crear su propia cadena, que fue todo un éxito. Junto a las de 10 años atrás y 20 años atrás, “TeleJordi” (así se llamó) aunaba más del 70% del share diario.

Dos años más tarde, Jordi Hurtado fue elegido presidente sin haber dado un solo mitin y sin que nadie conociera ninguna de sus opiniones. Su primera decisión fue comenzar a llevar lentillas. Matías Prats fue un combativo vicepresidente. Fue una época próspera para el país.