jueves, 29 de enero de 2009
McGuffin
McGuffin es una palabra que se inventó Hitchcock y que iba muy bien al tipo de películas que él hacía. Según Wikipedia, McGuffin es la "excusa argumental que motiva a los personajes y al desarrollo de una historia, y que en realidad carece de relevancia por sí misma". Nos hemos criado entre historias con inicio, nudo y desenlace. Y cuando alguien nos cuenta algo, si tardamos en intuir hacia dónde va lo que nos dice, es posible que nos desenganchemos de la historia; No estamos "intrigados" por el final, y eso baja nuestra atención. Y, en realidad, casi todo lo que hablamos tiene interés (o no) en sí mismo. No depende del final. Pero, ya digo, nos hemos criado en un mundo de historias con final. Y el McGuffin es aquello que hace que estemos intrigados con el final de la peli, o que hace que la veamos, o que hace que no nos vayamos del cine. Pero lo que mola de esta palabra es que se puede usar en muchos contextos:
En el vídeo que colgó ayer Ssenday, Albert Plá se pasa la actuación entera con una polla de plástico saliendo de su bragueta. La canción mola, pero lo que quizá haga que la escuches con atención hasta el final es la posibilidad de que esa polla tenga algún sentido o que haga con ella alguna barrabasada. La polla sería un McGuffin.
El turismo, como concepto, está lleno de McGuffins: ¿Alguien ha visto monumentos más feos que el niño meón de Bruselas, o la sirenita de Copenague (mucho mejor esta, eso sí)? Pero si vas a estas dos ciudades, no solo vas a verlos, sino que te haces una foto a su lado y, se han dado casos, en un momento dado terminas por mandar una postal que estos monumentos protagonizan. A la vuelta del viaje, casi todo el mundo dice lo decepcionantes que son. Pero han hecho (en parte) que vayas a estas ciudades y que te gusten por muchas otras cosas que no tienen la simplicidad de un crio de medio metro que orina o una sirena sobre una roca. Porque una de las cosas que más se aprecia de un McGuffin es la simplicidad.
El segundo de los debates electorales de las últimas elecciones tuvieron el McGuffin de saber si Rajoy mentaría de nuevo a su niña. Todo el mundo viendo qué proponen para mejorar un país a la espera del final: ¿Tendría huevos de volver a hablar de la niña ficticia?.
Etiquetas:
Una palabra aprendida
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La vida es un McGuffin y los McGuffin, McGuffin son
ResponderEliminarSe me ha olvidado decir que el mayor McGuffin de la historia lo constituye (en España) el fútbol. Nadie ve un partido cuyo resultado no le importa.
ResponderEliminarY McGuffin eres tú.
claro clarito claro. gracias mudo por la entrada.
ResponderEliminarEntonces... Soy un McGuffin? Un mero hilo narrativo? Una sistole en la diastole? Un "continuara"? No me cabe un cañamon por el ojete
ResponderEliminarEl mejor ejemplo de McGuffin es la serie LOST. Solo se basa en eso. Estoy seguro de que en el último capítulo aparecera Hitchcock.
ResponderEliminarMolaría mucho. Cuando los guionistas se sientan amenazados por los fans que esperan (válgame Dios) que todo tenga un sentido, en la última secuencia dél último capítulo, giran la cámara 180º hacia el equipo de realización y está Hitchcock fumándose un puro de marihuana que justifica la serie de verdad.
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